Vocabulario emocional

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Un lenguaje emocional amplio te ayuda a identificar mejor una emoción.

Todos sabemos que las palabras pueden sanar o dañar. Curiosamente tenemos una de las lenguas más ricas del mundo en cuanto a vocabulario y expresiones pero utilizamos muy poco de éste para comunicarnos.

Respecto a las palabras ocurre algo importante, pongamos una analogía informática.

Si quieres escribir algo en un documento Word, pincharás en el icono del programa, la cuestión es que si en vez de un documento Word abres un Excel te resultará más difícil escribir aquello que querías (a programa distinto, funcionamiento distinto) y no te quedará más remedio que cerrar el Excel para abrir el Word, que es el adecuado para lo que quieres hacer. Pues lo mismo ocurre con las palabras, cuando no utilizas la palabra adecuada, el mensaje que le llega la otra persona puede ser equivocado y dará error y el “ programa “ que abres para ti también dará error. Esto puede dar lugar a una serie de acontecimientos y circunstancias que no esperabas, debido a que esa no era tu intención, pero desgraciadamente está pasando.

Llevémoslo a las emociones.

Las emociones tienen sus universos emocionales. ¿Qué quiere decir esto? Que dependiendo de la intensidad de la emoción tendrá una palabra para definirla u otra, es algo que no se enseña por tónica general y a lo que no se presta atención ni se le da la importancia que realmente tiene. A mayor lenguaje emocional, mayor facilidad para identificar qué siento y mayor facilidad para gestionarlo adecuadamente.

Pongamos un ejemplo:

Alguien en casa ha estado cocinando al mediodía y ha dejado una sartén encima de la vitrocerámica y la encimera sucia. Cuando entras en la cocina no te gusta lo que ves y tienes la necesidad de hablar con esa persona para que la recoja y que no vuelva a pasar.

Si cuando vas a hablar con esa persona le dices que estás molesto, tu reacción corporal al abrir ese “ programa”, con esa palabra, va a ser mucho más leve que si le dices que te enfada o que estás decepcionado o irritado por su acción. Cada palabra generará una serie de ítems diferentes, del mismo modo que el otro recibirá la noticia de manera diferente.

Si le dices que estás molesto le dices que estás enfadado pero con una intensidad bastante diferente.

Aplicar la palabra correcta a eso que sentimos es el primer paso a la solución de lo que nos ocurre, del mismo modo que cuando hacemos una buena definición también le estamos dando a la otra persona la posibilidad de entender lo que nos pasa para que pueda ayudarnos.

Parece una tontería pero nadie nos ha enseñado a expresar lo que sentimos y cuando aparece una emoción, independientemente de la intensidad de la misma, la acabamos generalizando, sin prestar atención a su intensidad, nombrando a la emoción que rige en ese universo y generando una serie de respuestas en mi y en el otro diferentes a las deseadas.

Así pues, cuando estás con prudencia, no tienes miedo; si estás contento, no estás alegre, aunque pueda parecer lo mismo; del mismo modo si estás desanimado, no estás triste; al igual que si estás extrañado no estás sorprendido; o si sientes desagrado no sientes asco.

En cada una de las expresiones estás en el universo emocional de esa emoción pero a un nivel muy bajo.

Vigilar la forma de expresar lo que sentimos te hace saber qué necesitas y evita que una emoción no se convierta en otra o genere reacciones no adecuadas tanto en ti como en la otra persona.