Decidir y responsabilizarse

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 El rumbo de nuestra vida lo marcan nuestras decisiones.

La mamá Leona dio a luz a tres magníficos leones, dos machos y una hembra.


Desde un primer momento uno de los machos al que su madre llamó Tibo mostró tener un carácter especial.


Cuando su madre tenía que hacer algún recorrido para cazar Tibo siempre se quedaba atrás, distraído por cualquier cosa que le llamara la atención, perdía tiempo entreteniéndose en otros asuntos que poco tenían que ver con la caza y cuando su madre se enfadaba con él por no estar atento Tibo siempre decía que no era culpa suya que el problema era que sus hermanos que se habían adelantado o le habían dejado sólo o que no querían estar con él...


La madre fue enseñándoles todas las cosas que sabía pero siempre surgían problemas con Tibo.


Si su madre les pedía que se escondieran para poder cazar, Tibo tenía un motivo para hacerse visible y siempre era porque alguno de sus hermanos, según él, lo había provocado y no había podido quedarse quieto y escondido en el sitio como era lo previsto, porque él sí que quería obedecer las órdenes pero sus hermanos no le dejaban.


Cuando empezó la época junto con sus hermanos de cazar, a cada uno se le encomendó una función para mejorar los resultados de la misma. A él se le encomendaba una misión, cerrar el paso a la presa para que fuera directamente a los brazos de su hermana, la más ágil y con mejores dotes cazadoras que los hermanos, pero él en su ansia de protagonismo y con su ego marcado, olvidaba rápidamente lo que le habían dicho y dejaba una vía de escape para la presa, lo que hacía que ese día no pudiesen alimentarse correctamente y el consiguiente enfado de sus hermanos.


Pero como habréis podido intuir, de nuevo cuando su madre le llamaba la atención por no cumplir con su labor, la culpa siempre era de sus hermanos: no me han avisado, era a la de tres, no lo han hecho bien, no me han dado las instrucciones correctas...


Cuando su madre murió la relación de Tibo y sus hermanos empeoró aún más por todas estas cosas dado que cada vez se hacía más y más difícil comer, por lo que lamentándolo mucho, sus dos hermanos decidieron dejarle a su suerte.


Una vez más, Tibo culpó de su soledad, de su hambre y de todas sus dificultades a sus hermanos. Ellos no le entendían, no le tenían en cuenta, no le querían, no le ayudaban...


Incluso cuando una manada de hienas le atacó y comenzó a ser devorado, el pensamiento de Tibo sólo repetía una frase:


¡No ha sido culpa tuya!


Y esto es lo que pasa en la vida real cuando no nos hacemos responsables de nuestros acto y nos con vertimos en Tibo. No aprendemos y culparemos a otra persona o a la mala suerte.


Mientras no nos demos cuenta de que nuestras decisiones marcan nuestra vida no podremos tener el rumbo correcto.


No seas como Tibo.