¿Por qué me cuesta tanto decidir? La trampa silenciosa de la indecisión
¿Alguna vez te has quedado congelado ante una elección que parecía sencilla? ¿Has postergado decisiones importantes hasta que simplemente la vida eligió por ti?
No estás solo. Para muchas personas, tomar decisiones es una fuente de angustia, duda e incluso agotamiento emocional. Y no hablamos solo de grandes decisiones como mudarte de ciudad o cambiar de trabajo. A veces, incluso escoger un restaurante o qué serie ver puede volverse un pequeño drama interno.
¿POR QUÉ ALGUNAS PERSONAS TIENEN TANTA DIFICULTAD PARA DECIDIR?
La dificultad para decidir no es pereza ni falta de inteligencia. Es algo mucho más profundo que suele estar ligado a patrones emocionales, mentales y, a veces, culturales. Aquí te comparto algunas de las causas más comunes:
· El miedo a equivocarse
Una de las razones más frecuentes es el temor a tomar la “decisión incorrecta”. Cuando sentimos que cada elección es una especie de prueba de fuego, decidir se convierte en un campo minado. Esta mentalidad perfeccionista hace que cualquier posibilidad de error paralice.
· Demasiadas opciones: el exceso también bloquea
Puede sonar contradictorio, pero cuantas más opciones tenemos, más difícil se vuelve elegir. Es la famosa paradoja de la elección: la abundancia genera confusión, y la confusión nos lleva al estancamiento.
· Falta de confianza en uno mismo
Si dudo de mi criterio, si constantemente pienso que “los demás saben mejor que yo”, me será muy difícil tomar decisiones con tranquilidad. Muchas personas necesitan validación externa antes de cada paso, lo que retrasa o entorpece el proceso de elegir.
· La trampa de querer agradar a todos
Cuando el miedo a decepcionar a otros pesa más que nuestra propia voz interior, la decisión ya no es solo nuestra. Algunas personas posponen indefinidamente sus elecciones por temor a causar conflicto, molestar o romper expectativas ajenas.
· Desconexión con los propios valores
A veces, decidir cuesta porque no tenemos claridad sobre lo que realmente queremos. Cuando no sabes quién eres ni qué te importa de verdad, cualquier elección se siente insegura, borrosa o ajena.
¿Y SI NO DECIDO?
Evitar decisiones puede dar una falsa sensación de control (o de calma), pero tiene su precio. Es un juego peligroso en que la carga de responsabilidad se expulsa al exterior y puede ser utilizada como arma arrojadiza.
Es como jugar la lotería, dejar que otro elija el número y hacerle responsable de que no te toque y haber perdido, o llevarte el mérito de haber sacado el premio por el mero hecho de haberle dicho que había que jugar.
No elegir es también una forma de decidir: estamos dejando que otros —o las circunstancias— decidan por nosotros.
LAS CONSECUENCIAS pueden ser sutiles al principio, pero con el tiempo se acumulan:
• Sensación de estancamiento: cuanto menos practico tomar decisiones, mayor aumento de la duda e indecisión con los años.
• Pérdida de oportunidades: y no sólo pérdida sino incapacidad para reconocerlas.
• Vida vivida desde la pasividad: lo que repercute en la sensación de frustración interna y desasosiego.
• Autoimagen debilitada: Daño grave a la autoestima que repercute en la automotivación.
¿CÓMO ENTRENAR LA CAPACIDAD DE DECIDIR?
La buena noticia es que tomar decisiones se puede aprender, practicar y fortalecer. Aquí van algunas ideas para empezar:
1. Reconoce tu patrón
Empieza por observar cómo reaccionas cuando tienes que elegir, cuál de las dificultades anteriormente mencionadas se activa como patrón de comportamiento ¿Qué pensamientos aparecen? ¿Qué emociones? ¿En qué áreas se te dificulta más? ¿Con qué personas? ¿En qué situaciones o ámbitos?
2. Recuerda que no existen decisiones perfectas
Toda elección implica dejar algo atrás. Y eso está bien. En lugar de buscar la opción “correcta”, pregúntate cuál es la más coherente contigo en este momento. Nadie tiene la capacidad de predecir el futuro y nunca vamos a estar seguros al 100% del resultado y eso es genial. Recuerda que lo único que diferencia una persona exitosa de una que no lo es, es su capacidad para decidir y actuar.
3. Entrena con decisiones pequeñas
La seguridad no llega de golpe, se entrena y cultiva. Empieza por asumir pequeñas decisiones cotidianas con más conciencia: qué comer, qué hacer en tu tiempo libre, cómo organizar tu día. Esto refuerza tu autonomía y confianza.
4. Conecta con tus valores
Cuando sabes qué es importante para ti, decidir se vuelve más fácil. ¿Qué valor está en juego en cada elección? ¿Qué tipo de persona quieres ser?
5. Sé compasivo contigo mismo
El miedo a fallar suele ir acompañado de una voz interna muy crítica. No se trata de acertar siempre, sino de animarse a elegir y crecer desde la experiencia, incluso si el resultado no es el esperado. Ver cada situación como una oportunidad de aprender y mejorar (porque nadie nace aprendido)
ELEGIR ES UN ACTO DE LIBERTAD. Es una forma de afirmar quién eres. No siempre sabrás si estás tomando la mejor decisión, pero al menos será tuya. Porque vivir con autenticidad no significa tener todo claro, sino estar dispuesto a elegir, aprender y avanzar.
La próxima vez que te encuentres dudando, respira hondo y recuerda: no estás solo. Y sobre todo, no tienes que hacerlo perfecto… solo tienes que animarte a hacerlo. Recuerda que la única diferencia entre esa persona de la que admiras su capacidad para decidir y tú es que ha estado practicando por más tiempo.
PUEDE PARECER DIFICIL AL PRINCIPIO, PERO TODAS LAS COSAS SON DIFICILES AL PRINCIPIO
(Miyamoto Musashi)